Graziela
EN OTRA GENTE

A veces, por la calle creo ver la cara de alguien conocido en otra gente ¿Nunca te ha pasado? Personas desaparecidas y normalmente muy queridas que prestan a otros algún gesto o rasgo característicos, personales, que aparecen como fogonazos en cuerpos que les son ajenos.

Antes, cuando me ocurría, una tristeza tenue como un suave velo de seda azulado me cubría entera pero ahora, aunque me sigo sorprendiendo, si encuentro la sonrisa de Irene en una mujer mucho más joven que ella o la mirada acariciadora de Alfredo en otro chico, yo también sonrío. Alguna vez me he vuelto al escuchar la voz de Nico que sale de otra boca que no es la suya; observar el pelo brillante y liso de Elsa en una niña que apenas se le parece y me tengo que contener para no acariciarlo, igual que la mano de mi madre agarrada a la barra del bus. Identificando los andares de Pepe en un chaval que pasea delante de mi, ya no me paralizo, ni siquiera cuando alguien deja que la risa de Antonio aclare el día, simplemente me alegro por dentro y continúo mi camino, porque sé que el único fin de estos encuentros es avivar en mi un recuerdo. Y ciertamente les sigo echando de menos, pero sé que están conmigo, aunque sea a través de otra gente.



Graziela

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Graziela Ugarte
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Sin previo aviso, sin hacer saltar las alarmas, una marea negra, como tinta, avanza rápidamente devorando cuanto encuentra en su camino, arrastrando entre sus aguas barcos, coches, casas, campos, pueblos, animales y personas. Es como una enorme boca que engulle vida entre el fango y el fuego.
No es un montaje cinematográfico, no es una imagen creada por ordenador, no es realidad virtual, por eso es mucho peor verlo, más impresionante, más duro, más cruel.
Otra catástrofe natural, otro rugido de la tierra que se levanta furiosa desde sus entrañas con resultados devastadores que nos dejan sin habla, sobrecogidos.

También en este caso, desgraciadamente, la realidad supera la ficción. Ahora con las imágenes sobrecogedoras todavía vivas en nuestras retinas, escuchamos las terribles consecuencias, las cifras, y los resultado aún están por determinar.
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UN PASEO POR EL PARQUE


Como no sólo de letras viven mujeres y hombres, hoy os voy a pedir que me acompañéis en el delicioso paseo de esta mañana de domingo por el parque Quinta de los Molinos.

Aunque parezca increíble esta gran extensión de almendros está en Madrid, en un parque situado en la misma calle de Alcalá, con el metro de la estación de Suances en la puerta.


Es la Quinta de los Molinos fue propiedad del conde de Torre Arias, y en 1920 lo regaló al arquitecto alicantino César Cort Botí. Tiene una extensión de 28,7 hectáreas.

Durante año estuvo abandonado, hasta que en 1980, se llegó a un acuerdo de la Gerencia Municipal de Urbanismo y se cedieron al Ayuntamiento las tres cuartas partes del mismo, que arreglo y abrió al público.

Tiene un paseo asfaltado que va desde su entrada principal de la calle de Alcalá hasta el Palacete del siglo XX, bordeado de magníficos plátanos. Hay otras muchas especies como pinos y eucaliptos, pero su principal atractivo en esta época del año es la floración de los almendros. Parece que hay dos clases de almendros, con flores blancas o rosadas que representan un maravilloso espectáculo desde febrero a marzo, y que pese a las lluvias y nevadas de los últimos días hoy bajo el tibio sol lucían así de espléndidos.

Hay dos molinos que son los que le dieron nombre, y que fueron traídos especialmente desde Estados Unidos en 1920 para extraer el agua que se utilizaba para el riego.

En el parque también podemos encontrar un estanque y el edificio de la Casa del Reloj, que actualmente se encuentra en rehabilitación.






Este parque o
frece otras floraciones que le hacen interesante en cualquier época del año, pues ahora ya está perdiendo fuerza el amarillo de sus sutiles mimosas, con las flores de espuma, de las que todavía se puede disfrutar en algunos rincones y que sin duda han debido ser maravillosas hace semanas.





Después de este paseo que ha despertado mis sentidos, con la alegría que produce la contemplación de las flores bajo el sol, inspirar el aroma que flotaba en el aire, detenerte en un banco a descansar y escuchar mejor el canto de los pájaros;,la blandura de la tierra mojada bajo los pies y el sabor a primavera, que allí ya se podía respirar, tengo que proponeros una nueva visita a esta Quinta de Los Molinos, pues la mayoría de sus paseos están bordeados de lilos, que ya presentan muchos brotes y que en plena floración deben ser un espectáculo embriagador que no podemos perdernos.