Graziela

Antes de empezar un nuevo año es buen momento para echar la vista atrás y darnos cuenta de lo que nos ha deparado el que termina. Aunque no todos tenemos la misma lectura de la realidad, pues un hecho o situación es interpretado, vivido de distinta manera según "los filtros" de cada uno (patrones mentales, personalidad, experiencia, mentalidad...), suceden cosas que nos marcan, nos alegran, nos motivan y seguro que quedan impresas en nuestra memoria, al menos durante un tiempo. 
Para mí ha sido un año cargado de alegrías, que muchas veces han llegado hilvanadas a la risa de los bebés, sus gracias, los primeros pasos, ese lenguaje ininteligible que se interpreta según el tono; con los más pequeños de la familia que crecen demasiado rápido. Y los otros, que ya van siendo mayores y con los que se pueden compartir juegos y diversión, conversar y no dejan de sorprenderme. Año de comienzos, al querer aprender, saber más: otras técnicas, otras terapias y ponerlas en prácticas, aunque el tiempo es limitado y siempre parece insuficiente, es cuestión de administrárselo según prioridades. De la satisfacción que proporciona hacer cosas que te gustas, como trabajar en el jardín y ver los colores que lo ilumina, como regalos inesperados que siempre agradezco. Sentir la seguridad y el cariño que me proporciona el estar rodeada por personas a las que quieres y que te quieren. Y además, poder ayudar a otras que no conoces de nada y sin embargo sabes que aprecian tu dedicación, el tiempo que compartes con ellas, que necesitan, y es importante.
La ternura y el amor, para el que siempre hay espacio en mi vida; acurrucada junto a mi señor, o cogiéndonos la mano; columpiándome con Mochu, echando carreras;  o simplemente acariciando una gata, que ni siquiera es mía.
Como olvidar el apoyo de mis hermanas; las charlas de las amigas, las confidencias ante un café o los largos paseos; las amigas que siguen estando ahí, dispuestas a compartir un buen rato, o largas horas de teléfono, para ponernos al día; y los breves mensajes de las que ahora tienen otro camino y con las que "te cruzas" menos que antes, aunque las eches un poco de menos. Y los amigos, esos con los que además compartes aficiones y tertulias.
Un año en el que tampoco han faltado malos momentos, que también forman parte de la existencia, y afortunadamente no han sido tan impactantes como para tener que rememorarlos por escrito, aunque dejen poso y hagan que las cosas no vuelvan a ser como antes.  
Y después de haber vivido un año más, con todo lo que conlleva, y sentirme bien, con energía, la mayor parte del mismo ¿que podría pedirle al que ahora empieza..?  Podría resumirlo en una sola palabra: gratitud.

Os deseos que gocéis de buena salud. Que mantengáis siempre la ilusión y se renueve al ver cumplido cada anhelo. Que encontréis algo positivo, incluso en los días más obscuros. Dejar que os nazca la felicidad. Dar cariño y recibirlo. Tener proyectos y darles la energía y la atención suficiente para que lleguen a buen fin. Afrontar los cambios con alegría, desdeñando el miedo. Conseguir la serenidad que proporciona la paz interior, el estar a gusto en vuestra piel y no solo cuidaros, sino mimarte. Poner más color en vuestro día a día. 
En definitiva, implicaros en la vida y disfrutarla. 
FELIZ 2016

Námaste. 
  


Graziela

FELIZ NAVIDAD.
Atardecer en El Escoarial

En apenas tres días será nochebuena, sin embargo no me parece que ya estemos en Navidad. No hace frío y luce el sol, además, ni siquiera he olido el aroma de las castañas flotando en el aire.
Este año, a Papá Nöel le sobrará el gorro; los renos pueden morir de sed y no se si lograran recorrer la ciudad sin asfixiarse debido a la contaminación atmosférica.  De cualquier modo como el 25 de diciembre está próximo quiero desearos unas FELICES FIESTAS.
Me gustaría que dejáramos de centrarnos en las comparas, el mazapán, turrones, roscón o mantecados (de los que luego nos acordamos durante meses y no para bien); preferiría que utilizáramos los colores brillantes y las luces de los escaparates, las calles y nuestras casas para iluminarnos por dentro, sentirnos con más energía e intentar trasmitir alegría a los demás. No solo a los que tenemos más cerca, como familiares y amigos, sino a los que también están próximos a nosotros, aunque no los conozcamos, con los que nos cruzamos por la calle, en el autobús, en el mercado... y puestos a regalar, no se me ocurre nada mejor que obsequiar sonrisas. Son gratis, están al alcance de cualquiera, son capaces de alegrar un mal día, mejoran el estado de ánimo y elevan la autoestima, además tienen efecto rebote al actuar como espejo en los demás.  
FELICES PASCUAS Y REGALAR SONRISAS, 
TAMBIÉN EN NAVIDAD.
YO OS MANDO UNA BIEN GRANDE CON BUENOS DESEOS.
Graziela




ANTES Y AHORA.

            Había mucho movimiento alrededor: música de fondo, risas, conversaciones… Adriana, sentada a mi lado, lucía en el anular el brillante, y sus destellos irisados se perdían en los recovecos de la sala color ámbar. Ella, orgullosa, complaciente me miraba con ternura. Mientras, yo, de refilón, sin perder esa media sonrisa que tan bien lucía, observaba a otras mujeres que se fijaban en mí. Fumaba despreocupado y sostenía una copa en la mano. Era joven, y me sentía capaz de conseguir cuanto quisiera.
            El bullicio no me deja escuchar la música; a mí alrededor la gente ríe de forma estridente y las voces chillonas me irritan. Apuro la tercera copa en aquella misma mesa, solo, sin dejar de fumar. La edad y el escaso pelo me han convertido en un espectro, invisible a los ojos de los demás, pese al ruido de mis toses. Entre los vapores del alcohol que enturbian mi mente, pienso que mi vida no ha sido como esperaba. Aunque observo que el color ámbar de la sala es el mismo.


Microrrelato participante, seleccionado y publicado en el
VI Certamen de Microrrelatos Arvikis-Dragonfly 2015 


Graziela
Con motivo de las fiestas del barrio, asistí a una visita guiada por el Distrito, organizada por la Asociación de Vecinos Goya-Dali.
El punto de encuentro era la Plaza de Dali, en la avenida de Felipe II, antiguamente calle Plaza de Toros, pues era allí donde estaba ubicada la  misma. 
La escultura de Dali y el Palacio de los Deportes, que hubo de ser reconstruido después de sufrir un incendio.
De la mano de Vicente Patón, un Cicerone de excepción, que a paso rápido nos fue contagiando su entusiasmo, empezamos el recorrido. Iba llamando nuestra atención sobre los edificios más destacados. 
Con sus explicaciones arquitectónica, históricas y artísticas caminamos por calles tan conocidas, que sin embargo vimos de otro modo, con los ojos atentos del turista que los contempla por primera vez.

 

 Entre Alcalá, Goya y General Díaz Porlier está la Casa de las Bolas, del arquitecto Julián Marín.

Teatro Alcalá construido por Luis Ferrero Tomás


En la  calle Alcalá con Principe  de Vergara está el edificio de Julio González Zapater.
 Nos paramos en los edificios destacados, que fueron muchos a lo largo del recorrido, y aunque presté atención a las explicaciones y me resultaron muy interesantes, creo que sería mejor leerlas en una guía, dado que por temor a que mi memoria y notas me traicionen no quiero equivocaros. De cualquier modo, vale más una imagen, y son muchas las que dan testimonio del paseo y de una mañana estupenda.


 Las Escuelas Aguirre, ahora Casa Árabe de Madrid, de Rodriguez Ayuso, impulsor del estilo neomudejar

La puerta del paseo de coches del Buen Reitro, con elementos modernistas.
Estatua de Espartero.
 
Palacio de la Marquesa de Casa López (Chocolates López)

Edificio de la propietaria del Teatro Lara.




Ya en el Retiro entramos a ver la Fuente del Pequeño Tritón. Que nos contó nuestro guía que él mismo había investigado su origen, Realiza en hierro, de 1851 estuvo en la Exposición Universal de Londres, Podéis encontrarse más información sobre la misma en la página de MADRID CIUDAD Y PATRIMONIO. 

Frente al Retiro está La Iglesia del Salvador, o de San Manuel y San Benito, santos cuyos nombres nunca se han asociado, sin embargo esto se debe a que  se llamaban D. Manuel y Dª. Benita el matrimonio que financio su construcción. Es de los agustinos y se construyó en 1902. Es una preciosidad tanto por fuera, de estilo neo-bizantino, como su interior, pues tiene una cúpula y unos colores que le dan una luz impresionante. El tiempo y la contaminación han hecho huella en la misma y ha tenido que ser restaurada, sustituyendo los mármoles originales que la adornaban, al haber pedido color y estar en muy malas condiciones, aunque no se han podido poner otros similares y ha perdido parte de su esplendor. Aunque sigue siendo imprescindible visitarla. Además, en ella se celebran conciertos de órgano.


 El Barrio de Salamanca fue construido de forma desigual. El Marques de Salamanca que se encargaba de su construcción en los primero edificios encargaba la construcción a los arquitectos más importantes del momento, y después de construir diez manzanas se arruinó. Él fue el primero en construir palacetes y palacios y venderlos después, en vez de hacerlos por encargo, como se hacía hasta entonces.

Calle Villanueva y en Martinez de la Rosa



 La Puerta de Alcalá, uno de los emblemas de nuestra ciudad, en ella se pagaban los impuestos.
 Duquesa Viuda de Prim.
Palacio del Marqués de Cubas


 Casa de América



Palacio del Marques de Salamanca, que era banquero. Es del arquitecto Narciso Pascual y Colomer.
 La Biblioteca Nacional, con poryecto de Jareño, iba a ser en principio un museo de arte.

Terminamos el largo recorrido en la Plaza de Colón, y nos quedamos con ganas de más, pero el tiempo se nos pasó sin sentir y ya era hora de comer por lo que no pudimos continuar, aunque habrá más ocasiones.

Han quedado muchos datos, nombres y fechas por añadir, aunque si tenéis interés cualquier información de estos edificios podéis encontrar en internet. Mi intención solo era dar testimonio de la visita y constatar que en nuestro propio barrio hay fachadas, edificios, estatuas, etc. llenas de historia que siempre es interesante conocer.




































Graziela




CUESTIÓN DE SUERTE

         Me quedaba esperándola frente a  la puerta. En ocasiones solo tardaba unos minutos, o pasaban  horas sin salir de allí. Yo me armaba de paciencia y me entretenía en ver a la gente, que me miraba con lástima, simpatía o aprensión.  Si hacía frío y se prolongaba la espera, terminaba tiritando; en verano casi era peor, pues sudaba tanto que a veces a punto estuve de deshidratarme.
         Odio el sonido machacón de las monedas al caer y la música estridente de las maquinitas que sale cada vez que se abre la puerta del local.
         Con verle la cara sabía cómo se le había dado. Si aparecía sonriente, el paseo era largo y relajado, nos deteníamos en los escaparates,  llegábamos hasta el parque y había juegos y caricias, además de un buen banquete; si por el contrario aparecía cabizbaja  o con el ceño fruncido,  malo, íbamos a casa directamente, caminando deprisa mientras mascullaba improperios, tirando de mí, y ese día solo tocaba pan duro.
         Hoy el local estaba cerrado, yo me he puesto contento ¡qué suerte! ella no, porque parece que va a ser definitivo. Tengo la esperanza de que ahora cambie nuestra vida. 




Graziela

EL RAYO

            Los médicos no se lo explicaban. ¡Cómo pude ser atravesada por un rayo y no sufrir daño alguno! Decían que había tenido mucha suerte, salir ilesa de algo así no era normal; sin embargo, al poco tiempo empecé a darme cuenta de me había afectado. Me sentía rara, pensaba en cosas que antes me pasaban desapercibidas y también me estaba cambiando la forma de ver el mundo.
            Seguía con mi trabajo de programadora informática en una multinacional y yo, que siempre había sido distante y fría con mis compañeros, comencé a comportarme de forma más sociable, abierta y empática; ellos también lo notaban, pues me hacían participe de sus dudas, preocupaciones y problemas. Lo más sorprendente es que yo les escuchaba, sin poner cualquier excusa para alejarme y enfrascarme de nuevo en mi tarea, sin tener que aguantar a nadie.
            Nunca tuve buena mano para las plantas, de hecho en casa solo había una que me regalaron y Alba, mi asistenta, se encargaba de su cuidado. No sé qué me indujo a agacharme y recoger aquella ramita del suelo, que debió troncharse y caer de alguna terraza; sus hojas despedían cierto aroma cítrico y al llegar a casa las puse en un vaso con agua. A la hora de cenar, estaban tiesas y de un verde más intenso. Era absurdo, no lo entendía, verlas me alegró. Durante una semana permaneció en el vaso, que cada mañana rellenaba de agua y no solo no se mustió, sino que echó raíces y crecía a ojos vista.
            Al hacer la compra me encontré en un pasillo del hipermercado que nunca transitaba, pues era el dedicado a mascotas y jardinería. Durante un rato estuve eligiendo una maceta adecuada para mi rama, compré tierra y abono… que me recomendó un empleado y también me aconsejó que me llevara una orquídea –están preciosas y las tenemos de oferta hoy, se nota que le gustan las plantas y éstas resultan muy decorativas– dijo, y yo quedé perpleja. Elegí una en color blanco y la compré. Cada mañana la miraba y fueron abriendo todos los capullos que tenía.
            La cosa fue a más: se me iban los ojos detrás de los bebés por la calle, me fijaba en los cachorros que paseaban por el parque cuando iba a correr… ésa no era yo ¿Me estaría volviendo loca?
            Una amiga me pidió que la acompañara al vivero y a partir de aquel momento cada semana lo visitaba, y no me iba sin pasar por la zona de animales de compañía.
Una tarde al llegar a mi apartamento, Alba, la asistenta me estaba esperando.
        Julia ¿se encuentras bien? Estoy preocupada por usted.
         Perfectamente ¿por qué?
        Bueno, nunca ha querido plantas y ahora parece que le gustan, he visto las fotos de flores en su cuarto y también ha cambiado su forma de vestir. Lo mismo se casas pronto…
        Qué tontería. Me estará afectando la primavera. Solo he puesto un poco de color en mi vida.
        Desde que le pasó lo del rayo en la montaña, pareces más feliz.
        ¡Bobadas…! El rayo no me hizo nada, –dije, aunque pensé que algo tendría que ver.
            En solo tres meses mi casa no parecía mi casa. Era como un gran jardín, con plantas frondosas en todas las habitaciones y flores hasta en el cuarto de baño; la terraza estaba como un vergel, hasta tenía algunas tomateras que me había traído el portero. Además me compre una pareja de anapurnis que canturreaban todo el tiempo; me encantaba oírles por encima de la música clásica que escuchaba.
            Un año después del accidente en la montaña volví al mismo lugar con unos amigos y entonces tuve el convencimiento de que quería cambiar de vida. Hablé con mis jefes y me trasladé a un pueblo del sur.
            Ahora trabajo desde casa, he hecho amistad con el veterinario de la zona; cultivo mis propias frutas y hortalizas; tengo perro y dos gatitos. No paro de aprender. Alba estaba preocupada hasta que me visitó. Ya estamos seguras de que el hecho de que me atravesara un rayo me afectó, aunque no en sentido negativo. Fue un buen rayo.   






Etiquetas: 0 comentarios | edit post
Graziela


REPOSTAR

            –- Lleno, por favor.
            –- Ha llovido barro y estas gotas que han caído le han dejado el coche hecho una pena. Tenemos un lavado especial que lo dejara como nuevo, señora.
            – Ya, pero no quiero entretenerme, como voy a seguir viaje, cuando llegue a destino lo llevaré a limpiar… –Dije sin mucho convencimiento. El hombre era simpático, muy atento y debía ser listo como un zorro, pues viéndome dudar insistió.
            –- Hoy además, está de suerte, el precio es de seis euros, que teniendo en cuenta que es una limpieza especial, es barato, pero como es miércoles lo tenemos de oferta, se le queda en tres euritos. Una ganga, teniendo en cuenta los resultados.
            –- Está bien, cuando pague pediré una ficha.
         –- No es necesario, yo se lo conecto directamente, le fijo los limpiaparabrisas, le meto los espejos, sujeto la antena y a disfrutar… Tiene todo incluido, hasta encerado y secado final. Va a salir encantada…
            Lo que el empleado no sabía es que tenía cierta fijación con los túneles de lavado. Sentirme segura, a resguardo mientras fuera parecía producirse una tempestad siempre me había gustado. Con las indicaciones de aquel hombre, que no estaba nada mal, encajé la rueda del vehículo en la plataforma. Y quité el pie del freno.
            Una lluvia suave fue empapando el coche. El agua arreció, se volvió blanca y espumosa y los rodillos azules empezaron a funcionar, a frotar con fuerza los lados y el techo de la carrocería. El vehículo se movía; había mucho ruido, no se veía nada y cerré los ojos. Recordé mi fantasía sexual sentada en el asiento del conductor. La puerta del copiloto se abrió de pronto, entró agua. Él estaba mojado y a mí me gustaba su olor a detergente, el frescor de su ropa. Se acercaba, empezaba a besarme, me subía el vestido, acariciaba mis muslos, el pecho y fuera parecía desatarse una tormenta. Yo estaba con los ojos cerrados, y respondía a sus besos entreabriendo los labios, con boca ávida, mientras mis manos buscaban su cuerpo. Todo se movía, seguíamos el ritmo acompasando, como si fuéramos en barco en un mar con marejada. Cesó el ruido y el coche dejó de moverse. Sentía el sonido de un fuerte viento.           
           De pronto él se retiró, oí la puerta al cerrarse. Abrí los ojos. El semáforo estaba verde. Me atusé un poco el pelo, me coloqué el vestido y puse el coche en marcha. El empleado tenía razón, realmente había sido un lavado excelente.
Graziela




“ERCHICO”

            No quería centrarse en historias de capote y castañuelas, de callos, chiquitos o frituras, ferias y volantes o mantones; ni que tuvieran a cualquier Quijote como protagonista. Huía de lo típicamente español  y se encontró con “Erchico”. No se pudo resistir.
            “Erchico” era hijo único. El menor de la larga estirpe de una popular familia gitana. En Córdoba todos les conocían y cuando nació el retoño hubo una gran fiesta, pues le habían esperado durante años. Tendría que llamarse “el deseado”, dijo su abuelo, aunque su padre le puso Salvador.  El niño nació prematuro, escuchimizado y renegrio. Pasó su primer año pegado al pecho de su madre, de mercadillo en mercadillo, mientras su padre montaba y desmontaba el puesto de lencería. Disfrutaba jugando en el mostrador entre el revoltijo de bragas de colores. Cuando empezó a ir al colegio tenía más de cinco años y sus profesoras se sorprendieron de que conociera todos los números y hasta supiera calcular, sin embargo, a penas conocía las letras. Sus padres  sabían que el pequeño Salvador, siempre había sido listo como un zorrillo.  Además de una inteligencia sobresaliente, el crio llevaba el arte en la sangre, aunque fuera en tan reducido estuche. Iba haciéndose mayor,  y el  tío Samuel le llevaba a fiestas y tablaos antes que a Emanuel, su primogénito, o a cualquiera de sus hijos, pues su sobrino lo mismo le acompañaba a las palmas, que tocaba el cajón o se arrancaba a bailar con una gracia inusitada. No se daba cuenta del abismo abierto entre “Erchico” y su propio hijo, que le tenía una envidia malsana, viendo en él un adversario en vez de a un primo.
            Salvador,  a medida que avanzaba en los estudios iba dejando de lado el mundo de la farándula. Comenzó derecho en la Universidad de Córdoba, becado, y terminó la carrera con excelentes calificaciones. 
              Cuando le tocó enamorarse lo hizo de Rosario, la hija menor de una familia cercana y resultó que ésta terminó casándose con su primo Emanuel, que ya entonces tenía un coche impresionante y hacía ostentación de su éxito brillando bajo el oro que le adornaba, sin que nadie supiera bien en qué consistían sus negocios.
            Todos confiaban en Erchico,  por eso se dedicó a defender a los suyos, a pesar de que su pasión eran las letras. Le gustaba escribir y lo hacía bien. 
            Incitado por su tío, volvió a los tablaos y su arte le llevó a acompañar a algunas figuras importantes. Rebasó nuestras fronteras y enarboló el nombre de España y su raza, como bandera. No dejó por ello de atender su despacho,  cuya clientela crecía y no solo entre los gitanos.
            Aunque no era un picaflor, siempre revoloteaban chicas en torno a él, hasta que se enamoró de Yolanda, una “paya”. Esto no cayó bien entre algunos de sus familiares, que se negaban a admitirla al saber que no seguiría sus ritos a la hora del casamiento. Solo su madre y su abuela asistieron al enlace, una boda civil en el Ayuntamiento de Córdoba.
            A partir de aquel momento no volvió a ver sus tíos, ni a nadie de su entorno, que vieron en aquello una traición a su sangre y dejaron de hablarle.
            Por eso le sorprendió tanto la llamada de  Rosario, la mujer de su primo, de la que estuvo enamorado de joven. Quería verle, pero no en el despacho. Se encontraron en un parque de la zona. La vio marchita como una flor sin agua.
– Mi vida es un calvario. ¡No puedo más! Salva, tienes que ayudarme. Tu primo es cada vez más agresivo, ¡me va a matar! –le confesó entre sollozos tras el primer saludo.
– Tranquila. Te ayudaré. –intentó consolarla sin dejar de mirarla. Las ojeras grises, la piel opaca y la mirada triste le resultaron desconocidas.
–Tú no le conoces. Se ha convertido en un hombre poderoso, se cree el amo del mundo. Y lo peor es que como da trabajo a mucha gente en la familia nadie le quiere hacer frente.
– ¿Y tu familia? Tu padre y tus hermanos… –preguntó sorprendido.
–Al principio le increparon y hasta le amenazaron, pero en cuanto les metió en el negocio  hacen la vista gorda. ¡Y me mata, un día me mata! ¿Qué será de mis niños con ése bestia…? –dijo con desesperación volviendo a llorar.
–Vamos a ir a comisaría. Le denunciaremos. No te preocupes, esto se va a terminar. Solicitaré orden de alejamiento. No volverá a tocarte un pelo.

            Esa misma noche, cuando “Erchico” salió del despacho su primo le esperaba con otros dos hombres. No le dirigió la palabra. Se acercó a él y mirándole a los ojos, con una puñalada certera, acabó con el odio y la envidia que siempre le tuvo. 
Etiquetas: 0 comentarios | edit post
Graziela




UN MUCHACHO LLAMADO SIMÓN

Simón  era un chico inocente y risueño como un delfín. Tener una madre superprotectora y un padre incapaz de asumir la limitación intelectual de su hijo no le ayudaron mucho en su desarrollo. A esto se sumó que durante años fue objeto de burlas por parte de sus compañeros de colegio, que aprovechaban en cuanto abría la boca para ridiculizarle y reírse de él. Con un terrible esfuerzo terminó la primaria y a partir de ese momento se dedicó a hacer pequeños trabajos que le llenaban de alegría, orgulloso de sentirse útil y llevar a casa algo de dinero. Repartía paquetes, ayudaba a los clientes del supermercado con sus compras; paseaba perros. Era innegable que tenía un talento especial para tratar a los animales, por eso, emplearse en la granja de Matías fue todo un descubrimiento. La gente le apreciaba y él era feliz, aunque aquello a su padre no le parecía suficiente. No le gustaba verle aparecer con las botas llenas de barro o ese olor a establo impregnando todo su ser. Luchó hasta conseguir lo que el consideraba un buen puesto para Simón.
El chico no era perezoso, le gustaba mantenerse ocupado, por eso cualquier tipo de trabajo le iba bien y lo realizaba con meticulosidad. Cuidador y vigilante en un museo era una ocupación entretenida. Su tarea consistía en mantener limpios el suelo y los cristales de las vitrinas, una labor delicada en la que ponía especial cuidado; también pasaba el polvo por los objetos y mobiliario de la sala que le asignaron, antes de que llegara la gente. Después, permanecía de pie, con su bonito uniforme cerca de la entrada, sonriendo, con la mirada atenta para impedir que nadie tocara nada.
No sabía el motivo por el que se sentía incómodo en aquel lugar cuando estaba solo, siempre había preferido los espacios abiertos, la naturaleza. La suya era de las salas más visitadas del museo y no alcanzaba a entender porqué a la gente le gustaba contemplar esos objetos cortantes, hirientes, que además habían sido utilizados para hacer el mal, para matar. Se conocía como la sala de los horrores.
Siempre llegaba temprano. Una mañana después de dejar los suelos bien pulidos y todo perfecto, se sintió cansado. Aún faltaba mucho tiempo para abrir y Simón se sentó en la única silla existente. Probó a ajustarse las correas de los pies, el cinturón y la muñeca izquierda al brazo de madera. Se echó hacía atrás para descansar y cerró los ojos. No se durmió. De pronto notó cierta presión en el cuello y un ligero dolor punzante en la nuca; algo raro le pasaba a su estómago y sintió movimientos en el vientre. La angustia le impedía respirar, se asustó. Se sorprendió al experimentar en un instante sentimientos desconocidos para él: rabia y ganas de venganza. Oía a la gente murmurar y repetía una y otra vez ¡Soy inocente, yo no lo hice! Con una voz que no era la suya. Quiso levantarse, las correas se lo impidieron. Incapaz de soportar tanto pánico se desvaneció.
Cuando despertó, estaba tumbado en el suelo. No recordaba nada. Sus compañeros, a su alrededor le observaban con preocupación.
¿Qué he hecho? Nada, no ha pasado nada, todo está en su sitio, todo está bien Simón.
No, nada estaba bien. Vio la silla en su sitio, recordó lo que había sentido y en cuanto pudo incorporarse se marchó corriendo, espantado. No regresó a su casa en todo el día.
Matías le encontró acurrucado junto a un potrillo. Sus padres quisieron llevárselo, pero él se negó a marcharse, lloraba desesperado, estaba horrorizado. Se escondió tras el animal para no verle hasta que le prometieron que no tendría que volver al museo y podría trabajar de nuevo en la granja.

.  
Graziela
 CHAPINERÍA


Pronto terminará el curso y, aunque este año no pensábamos hacer la excursión, al final Josefina, la profe de gimnasia, la ha organizado, con menos tiempo de lo habitual, pero ha resultado igual de agradable que en ocasiones anteriores.
Chapinería ha sido el lugar elegido, un pequeña población a solo 51 km. de Madrid. A las 8,30 horas, puntuales todas a la cita, salimos por la M-40,  para coger la M-501. La primera sorpresa de la mañana se presentó nada más abrir las puertas el minibús y ver la amplia sonrisa de  Inma, su conductora, con la que ya habíamos coincidido cuando fuimos a Valverde.
Entre las compañeras estaba Carmen, que esperaba con especial interés y algo nerviosa llegar al pueblo, para rememorar las largas temporadas pasadas en él con sus abuelos, que eran de allí; a todas nos contagió su expectación por recorrer lugares conocidos, que no sabía si sería capaz de reconocer con el paso de los años.
La dinamizadora del Ayuntamiento de Chapinería, que nos acompañaría en nuestro recorrido y nos explicaría su historia, curiosidades y características también se llamaba Inma, nos esperaba en la plaza, donde aprovechamos la ocasión para entrar en un bar y tomar un café; bueno, en mi caso fue un zumo, pues hacía mucho calor.
Chapinería, uno de los términos municipales más pequeños de la Sierra Oeste de Madrid, cuenta con 25,4 kilómetros cuadrados. La piedra berroqueña es la construcción típica chapinera.

Además es Zepa 56, lo que indica que estamos en una zona de protección de aves. Dimos un paseíto por el pueblo y las construcciones y lugares más destacados, entre los que se encuentra la Iglesia de la Concepción, Virgen de Rosario, aunque no pudimos verla por dentro porque se encontraba cerrada en ese momento. Fue construida en el siglo XVIII y la torre, que es posterior, data del XIX.


Después visitamos el Palacio de los Marqueses de la Sagra, del siglo XVII, que en principio fue utilizado como pabellón de caza por sus dueños, aunque posteriormente se instalaron en él para vivir; durante la guerra se convirtió en polvorín y más tarde se usó como preventorio, para alojar a los leprosos.
Carmen estaba muy contenta, pues se acordaba del sitio y vinieron a su memoria anécdotas de tiempo pretéritos que nos fue relatando.
En la actualidad se celebran en su patio los conciertos, y observamos el escenario que tenían instalado.  Ha sido ubicada en ese mismo palacio la biblioteca, que juega un papel muy importante en la vida cultural de la villa que, como pudimos comprobar, es bastante activa. Aunque sus puertas estaban cerradas, tuvieron la gentileza de abrirlas para nosotras y mostrárnosla. Era más grande de lo que imaginaba, con ventanales que daban a un parque; con modernas instalaciones, una parte dedicada a los más pequeños, otra con ordenadores y acceso a internet; también zona de préstamos de películas y de música. Un lugar muy agradable que invita a la lectura y recorrimos deteniéndose cada una en la parte que más llamaba su atención.
Pudimos disfrutamos de una interesante exposición de fotografía con imágenes antiguas y al lado otra instantánea del mismo lugar en la actualidad. Entre ellas aparecían rostros de habitantes de gentes que vivieron allí en lugares emblemáticos para que se pudiera a apreciar la diferencia. Entre aquellas viajas fotos nuestra compañera creyó reconocer a su abuela y fue un momento especialmente emocionante para todas.
Nuestra guía nos contó que la zona había recibido el premio María Moliner, de lo que como es lógico se sentían muy orgullosos.


Seguimos viendo las casas y sus construcciones, Becerriles. Por el camino de Calvario llegamos a El Bombo, un lugar para albergar caminantes, que tiene la característica que está construido sobre la roca, sin cimientos.

Después vimos la Ermita del Santo Ángel, un lugar muy solicitado para celebrar ceremonias, pues al estar enclavado en alto resulta muy bonito. 







Parque del Pozo Airón, con su laguna.

Pensábamos seguir una ruta que comienza al final de aquella calle; Inmaculada comentó que había otra de aproximadamente la misma extensión, en torno a los 4,5 km., que tenía un poco más de dificultad, pero que a ella le resultaba más bonita, "Senda de las Lagunillas" y decidimos cambiar el itinerario; nuestra conductora, siempre dispuesta a ayudar, nos llevó hasta allí en el minibús, pues estaba justo al otro lado del pueblo.


La vista desde el mirador, de un gran encinar y monte bajo, era estupenda en el Centro del Águila, y desde allí comenzamos la ruta.




Un camino agradable para la vista, aunque debido a las altas temperaturas la vegetación primaveral no se mostraba en todo su esplendor,  y la floración de retamas y cantuesos, que siempre alegra tanto el campo con pinceladas de amarillo y morado, ya estaba un poco pasada, aunque vimos escaramujos en flor, zarzas, acebuches y florecillas unos preciosos cardos, que ponían la nota de color entre tantos tonos trigueños de la hierba seca, y muchas encinas. 




Es una zona con mucha caza, pues descubrimos los agujeros de los conejos y además la ruta está adaptada preparada para personas con dificultades visuales, pues tiene a lo largo del camino unas cuerdas, para que los senderistas puedan agarrarse a ellas y caminar de forma más tranquila a lo largo de la ruta.

Hacía mucho bochorno y tuvimos que detenernos en diversas ocasiones, primero para beber agua, luego para reponer fuerzas con fruta o frutos secos y por último para volver a beber, pues el día estaba siendo muy caluroso y a esas horas del mediodía apetecía sentarse en una roca bajo las encinas y disfrutar del paisaje.
                     
Después de terminar y descansar un rato, volvimos al autocar y nos detuvimos en un bar para comprar bebidas frías, y algunas aprovecharon para tomarse una cervecita o un refresco, que bien merecido lo teníamos después de la caminata.

La comida la hicimos en un parque muy agradable, con unos patos que se acercaban a pedir. Después de dar buena cuenta de los bocadillos, compartir chocolates, frutas y dulce hicimos unas risas, con divertidos juegos y cantamos, animadas por una de nuestras compañeras, otra Carmen, que siempre consigue hacernos pasar un buen rato y pasamos de las zarzuelas a las rancheras y a aquellas canciones que cantabamos cuando eramos crías en los patios del colegio o en el parque.

En resumen otro día estupendo entre amigas, en el que disfrutamos tanto como los niños que visitan la granja que se encuentra allí mismo, y con los que nos cruzamos en distintos momentos a lo largo de la mañana.

De pronto, el cielo se oscureció (no sabemos si influyeron nuestras canciones, pues no siempre dábamos el tono, sobre todo yo que casi nunca lo encuentro), y los nubarrones negros vinieron acompañados de un fuerte viento; recogimos rápido, y cuando caían las primeras gotas nos fuimos a tomar café, para comentar la excursión y muchas otras cosas, que cuando se está a gusto y en buena compañía se pasa el tiempo sin sentir. Y al final no llovió aunque el cielo era de lo más amenazante.

Tengo que confesar que espero estas salidas con ilusión, y agradezco a mis compañeras el buen rato que paso con ellas y sobre todo a Josefina, pues es la principal artífice de las excursiones, quien pone ilusión y su buena disposición para organizarlo todo, además se preocupa y se encarga de que salga bien. Espero que el próximo curso podamos reunirnos para salir al campo y pasarlo igual de bien.
  

De vuelta a casa, cansada físicamente, pero relajada y tranquila, dispuesta a tomar una ducha rápida y salir corriendo para llegar a tiempo a la presentar el último libro de TAF, esa misma tarde y es que hay tiempo para todo.